-Esto sólo lo hacen los idiotas -me dijo José Martín (en la imagen superior) bajo un sol de justicia, y eso que ya estábamos en septiembre, y lo peor había pasado.
Cómo iba yo a convencerlos de lo contrario, pensaba según me alejaba del lugar reconfortado por el aire acondicionado del coche...
Durante todo el verano los había visto desde la carretera, a medio camino entre Cáceres y Badajoz, pero no fue hasta una de sus últimas jornadas, cuando la mayor parte del trabajo estaba hecho y había más carbón que carboneras, cuando al fin junté tiempo y cámara para echar el rato y conversar con ellos sumergidos en un ambiente sofocante dominado por el omnipresente olor a humo de encina.
En esta zona, la carretera que une Cáceres y Badajoz atraviesa una zona de amplias dehesas de encinas bajo cuyas copas se pierde la vista en una interminable
sucesión de troncos oscuros y recios. Son
los campos del Guaperal o Las Valencianas, en el término de La Roca de la Sierra.
La columna de humo limpio y blanco que emana de un montón de tierra a unos cientos de metros de la carretera recuerda uno de los aprovechamientos tradicionales de la dehesa: el carbón vegetal. Cada vez es más raro
contemplar estas humeantes carboneras en forma de pilas de leña cubiertas de
tierra.
Durante siglos la madera resultante de la poda de las encinas se ha convertido en carbón vegetal. En la actualidad se emplea para encender
braseros y, sobre todo, barbacoas; pero antiguamente este carbón se empleó como combustible y
desempeñó un importante papel en el avance de la civilización. Al contar con un
poder calorífico muy superior al de la madera se hizo indispensable en los
albores de nuestra época para la metalurgia del hierro ya que proporciona
temperaturas capaces de fundir los minerales, algo que no puede hacerse sólo
con madera.
El carbón vegetal se elabora quemando madera en ausencia de aire.
Para ello se apilan troncos y ramas gruesas en grandes montones cónicos que se
cubren de tierra, material vegetal o arcilla. Posteriormente se prende fuego al
interior y se deja arder durante varios días. Para conseguir el fin buscado hay
que practicar una chimenea en la parte superior y varios respiraderos en la
base para avivar el fuego cuidando constantemente el proceso para garantizar la
ausencia de oxígeno de modo que los troncos se cuezan sin arder. Se trata de
una práctica, otra más, abocada a la desaparición.
Actualmente, el carbón vegetal se fabrica en modernos hornos con capacidad para miles de kilos de madera que realizan el proceso en mucho menos tiempo. Pero la calidad de este producto no es ni comparable al carbón de encina obtenido por métodos tradicionales, tampoco lo es el aroma de la encina cuando se convierte en humo.
Muchas gracias a Benjamín y José Martín, por la sonrisa, por el trabajo bien hecho, por el rato y por las fotos. Alguna vez tendrías que veros a través de mis ojos...