Qué
primavera tan espectacular podrían disfrutar las abejas de aquellas ancestrales
colmenas de corcho que antaño se asentaban en Extremadura…
Pero cada vez son
menos. Las abejas y las colmenas.
Corral para proteger colmenas
A
diferencia del norte peninsular, donde tenían que levantar auténticas fortalezas para proteger las colmenas de los osos, en Extremadura la amenaza principal es
el ganado contra el que ya prevenía en el siglo I el romano Columela en sus Doce Libros de la Agricultura: “se les deben destinar sitios donde
se provean de comida, y éstos deben ser muy solitarios, y, como previene
nuestro Marón, libres de ganados y en un clima templado y no expuesto a
tormentas, donde no tengan entrada los vientos, porque ellos les impiden que
lleven sus provisiones a la colmena; ni que las ovejas ni los petulantes machos
de cabrío destruyan las flores, ni que la ternera que vaguea por la llanura
sacuda el rocío que cubre las hierbas ni las pisotee cuando van naciendo”.
Para seguir
el consejo del sabio latino, se levantaban en Extremadura estos Corrales o Muros (Silhas o
Malhadas les dicen en Portugal; Cortines, en Asturias…). Se trata de construcciones
elementales de muros altos y una pequeña entrada con un gran dintel de piedra
sostenido en sendas jambas del mismo material y puerta de madera. La planta típica
es, como figura en la imagen, más o menos circular, aunque la morfología es muy
variada. Y para ubicarlos, basta con seguir una vez más los consejos dos veces
milenarios de Lucio Junio Moderato Columela:
“El domicilio de las abejas ha de
colocarse enfrente del medio día de invierno, lejos del tumulto y de la
compañía de los hombres y de los animales, en un sitio que no sea caliente ni
frío, pues ambas cosas les son dañosas. Este sitio ha de estar en la parte más
baja del valle, para que cuando las abejas salgan a buscar la comida, vuelen
con más facilidad a los sitios más altos, y después de haber recogido lo que
necesiten, bajen sin trabajo con su carga, siguiendo la pendiente”.
Para elaborar las colmenas, lo más habitual era vaciar un tronco de alcornoque y unir la costura lateral con clavos de madera de jara llamados abullones y del mismo modo tapar la parte superior con una plancha de corcho llamada témpano o tapaera. Estas colmenas se conocen como corchos. En Extremadura también son comunes las que aparecen en la imagen, con base cuadrada y construidas con planchas de corcho. Aunque la tipología es muy variada.
(Elaboración artesanal de una colmena en Navezuelas, Las Villuercas, Extremadura)
Elegantes e impasibles, tocadas por cubiertas de pizarras en algunos casos, las últimas de su estirpe aún permanecen en los montes como testigos agonizantes de un mundo que desaparece. Son las ilustres herederas de una tradición ancestral, un arte que se ha practicado sin variaciones considerables durante siglos y generaciones.
Corral ubicado en las cercanías de la localidad de Brozas (Cáceres)