Uno de los muchos atractivos de la
Hospedería de Alcántara, que ocupa un singular convento del siglo XV que merece otra entrada en exclusiva, es la conspicua colonia de aviones roqueros (
Ptyonoprogne rupestris) que alborota su entorno inmediato y engalana (a su manera) su portada monumental.
Apunta con mucho acierto mi colega de bitácora
Alberto Gil, que el aspecto externo de estas aves sugiere que acaban de llegar del huerto, mientras sus elegantes parientes parecen venir de la ópera. Pero estos parientes más o menos cercanos de las golondrinas compensan su anodino aspecto con un dominio del vuelo tan espectacular que convierte su observación en todo un pasatiempo para nada privativo de ornitólogos o pajareros.
Una buena oportunidad de disfrutar de unas aves que en los últimos años son cada vez más frecuentes en edificios, aunque sus tradicionales costumbres y su nombre científico,
rupestris, los ligue a hábitats rocosos. Por cierto, el género
Ptyonoprogne proviene de dos vocablos griegos:
Ptyon, que significa abanico y hace referencia a la forma de su cola extendida; y
Procne, la hermosa doncella que acabó convertida en golondrina según la mitología clásica.