Aljibe es una palabra de evidente origen árabe con la que se designa a un depósito, casi siempre subterráneo, destinado a recoger agua potable generalmente procedente de la lluvia. Es bien conocida la predilección de la cultura islámica por el agua, considerada un don divino.
En Extremadura se ha catalogado una inmensa cantidad de aljibes, que van desde pequeñas cisternas de uso doméstico hasta enormes depósitos comunales. Proceden en su mayor parte de los siglos de dominación musulmana pero también los hay relativamente modernos, con poco más de un siglo.
Los aljibes son especialmente abundantes en las ciudades de Cáceres y Badajoz. Sólo en esta última se han catalogado más de un centenar. No en vano se trata de una ciudad fundada y habitada durante siglos por musulmanes, y que además ha sido sometida a largos sitios hasta bien entrado el siglo XIX, con lo que garantizar el acceso al agua potable suponía todo un valor estratégico. Entre ellos destaca el inmenso depósito del Castillo, situado en la Alcazaba. Aunque muy moderno, ya que fue inaugurado por la Sociedad Aguas del Gévora en 1881 y ha estado operativo hasta hace apenas 10 años, merece la pena visitarlo (cuando se abra al público) por su enorme tamaño. En Mérida destaca el archiconocido aljibe de la Alcazaba. Y, así, la lista de casas, monumentos y castillos (no olvidemos los de Montánchez y Trujillo) que esconden estas construcciones bajo su suelo sería interminable. En esta entrada nos limitamos a citar tres de los más afamados.
El aljibe más notable de Extremadura (imagen superior) y, sin duda, uno de los más importantes de todo Occidente es el que se encuentra en el subsuelo de la Casa de las Veletas, sede del Museo Provincial de Cáceres. Uno de los más valiosos tesoros visitables en esta ciudad Patrimonio de la Humanidad.
El aljibe, tal y como lo conocemos, es el único resto destacable de la imponente alcazaba almohade desde la que se dominó el Cáceres islámico durante siglos. A diferencia de las murallas, que aún se conservan, esta fortaleza resultó completamente arrasada en la conquista de la ciudad por los cristianos en 1229. Su carácter semisubterráneo y su evidente utilidad garantizaron su supervivencia.
Patio del palacio de las Veletas (Cáceres), bajo la insignificante rejilla que se aprecia en el suelo a la izquierda de la imagen, se oculta el impresionante aljibe de la imagen inferior.
Lo que hoy contempla el visitante es un espectacular depósito de agua, ¡excavado hace mil años!, en parte en el lecho de roca, de planta irregular, de aproximadamente 15 m de largo por 10 de ancho, en el que se levantan 12 columnas con fustes romanos y visigodos que sostienen 16 arcos de herradura repartidos en cinco naves, como se aprecia en la imagen inferior. (Si quieres saber más, pincha aquí)
Un interesantísimo trabajo (que uno de sus autores resume aquí) sugiere que en su origen esta sala no fue construida para almacenar agua, sino que era una mezquita que fue readaptada como aljibe a partir de la segunda mitad del siglo XII.
También en el corazón de la Ciudad Monumental de Cáceres, encontramos otro ejemplo deslumbrante aunque mucho más moderno. El final de su construcción se data a mediados del XVIII. El aljibe se oculta bajo el patio que perteneció a la iglesia y convento de los Jesuitas y se atisba desde el pozo de la imagen inferior.
En su origen era este un notable solar que perteneció a los Figueroa, noble familia cacerense cuyo mayorazgo se extinguió… de manera que sus inmensas posesiones pasaron a la Compañía de Jesús. La Orden levantó un convento y una iglesia, la de San Francisco Javier o Preciosa Sangre, cuya fachada aún domina la plaza de San Jorge, probablemente la más representativa del Cáceres monumental. Lo cierto es que los Jesuitas disfrutaron poco de estas posesiones porque fueron expulsados de España en 1767 por orden del rey Carlos III. De ahí que el antiguo convento se haya destinado a los usos más variopintos; ha sido cuartel militar, instituto de secundaria, residencia universitaria, y actualmente acoge un centro de exposiciones, la Escuela de Arte Dramático o la Filmoteca de Extremadura. Pertenece a la Consejería de Cultura del Gobierno de Extremadura, como atestiguan las banderas que se aprecian en la imagen inferior.
El aljibe, como se aprecia en la siguiente imagen, es una obra espectacular, de unos 9 m de altura y con capacidad para almacenar casi dos millones de litros de agua, lo que lo convertía en uno de los más importantes de España en su época y en un recurso fundamental para una ciudad que se levanta sobre un lecho rocoso varios metros por encima de las fuentes o cursos fluviales que suministraban agua a sus habitantes. Resulta sobrecogedor asomarse al brocal del pozo que se abre en el centro del patio (ver imagen más arriba), y vislumbrar tu propio reflejo en el agua que reposa varios metros bajo tus pies e imaginar lo que se esconde bajo el suelo. En este caso es fácil revelar los misterios subterráneos. Basta con dar un corto paseo y descender una cómoda escalinata que surge del Museo de Semana Santa cacereña para acceder a esta maravilla que nos permite, como pocas veces, contemplar el brocal del pozo desde abajo.
Esconde la monumental ciudad de Trujillo otras maravillas generalmente ocultas a quien visita la ciudad con prisas de turista. Uno de ellos es el aljibe que se presiente bajo la pequeña plazuela de los Altamirano, un hermoso rincón que pasa desapercibido, empequeñecido a la sombra de torres, palacios y murallas que brotan a su alrededor:
Plazuela de los Altamirano (Trujillo) donde se aprecian los tres brocales que dan acceso al aljibe que se oculta bajo el suelo.
La casa fuerte de los Altamirano (imagen superior) es una
de las imponentes residencias fortificadas, adosadas a la muralla, que la
nobleza local levantó tras la reconquista de la villa en 1232. Se levanta este
edificio en una estratégica zona escarpada desde la que hace valer su
importancia para el dominio del entorno. Junto al edificio se esconde el
aljibe, aún más antiguo, construido por los musulmanes en el siglo IX.
Actualmente el acceso al aljibe se hace cómodamente a través de una pequeña puerta abierta a nivel de calle en uno de sus laterales, tal y como se aprecia en la imagen superior, y bajando tranquilamente por una escalinata y una mejorable pasarela perpetrada en su interior.
El aljibe, se
alimentaba de agua de lluvia que penetraba en las profundidades de la roca al caer
sobre la cubierta de granito ligeramente inclinada en forma de embudo que
actualmente forma parte del suelo de la plazuela, sobre él se levantan tres
brocales que facilitaban su extracción (imagen inferior).
La planta del aljibe es casi cuadrada.
Muestra una tipología oriental configurada en un espacio de tres naves cerradas
con bóvedas de cañón apuntado, que se apoyan sobre sólidos pilares
cuadrangulares. La estanqueidad del conjunto se garantiza
al estar excavado íntegramente en el lecho de roca que compone el batolito
trujillano. Además todo el interior fue impermeabilizado con un revestimiento
hidráulico de cal rojiza del que aún se aprecian restos.
En este aljibe, como en todos, hay que
entrar más de una vez. Sólo así podemos descifrar el mundo de reflejos e
ilusiones que se despliegan ante nosotros de manera que cuesta saber qué es
real y qué es un espejismo. Más que un mero depósito de agua parece uno de los
mundos irreales creados por mi admirado M.C. Escher. Esto es lo primero que
pensé cuando entré en el aljibe pero posteriormente leí que Víctor Gibello, con
quien tuve la fortuna de acceder al lugar y que sabe mucho más que yo de todo
este inframundo, había usado la misma idea. También él escribe que cuando el
agua se aquieta, sueña con reposar en aljibes como el Altamirano y que la luz
se refleja en el agua y duerme con ella… Así se describe un Paraíso Olvidado.
Seguiremos desvelando estos lugares ocultos,
atávicos, dominados por el silencio, la quietud y la oscuridad que almacenan a
partes iguales agua, misterio e historia. Así es Extremadura.