Personas interesantes

domingo, 24 de enero de 2016

Jarramplas 2016 (Piornal, Extremadura)























Cada año, los días 19 y 20 enero, cuando el frío se recrudece en el pueblo a mayor altitud de Extremadura, Piornal vive su fiesta. Durante esos dos días una criatura bucránea de aspecto terrorífico, que encarna los males y el infortunio, se pasea por la localidad mientras sufre un inimaginable y violento castigo a manos de sus vecinos. El Jarramplas es lapidado con nabos que le lanzan con saña y puntería. Nabos, como fruto de la tierra, símbolo de la fertilidad (también se arroja arroz  los novios...) y de la fecundidad de los campos, frente a la bestia, la fiera que los asola. Hay un simbolismo evidente en una fiesta de la que tanto se ha escrito que no viene a cuento repetir más de lo mismo.

Hay que ir a Piornal a vivir la fiesta e impregnarse de uno de esos pocos ritos atávicos que aún persisten. Merece la pena compartir la calle con Jarramplas para ver cómo arremete contra los asistentes con sus cachiporras, cómo sufre con honor el castigo de su pueblo y cómo la fiera se rinde y honra a san Sebastián al que pide protección para los suyos. Este santo es muy popular en Extremadura, todo un símbolo para algunos pueblos que celebran en su honor algunas de las fiestas de invierno más interesantes de nuestra tierra, como las Carantoñas de Acehúche. Se trata de rituales precarnavalescos, de origen remoto, pagano que fueron luego cristianizados.

Jarramplas es un monstruo, un ser deshumanizado, temido y respetado, que porta los males, la enfermedad, la muerte, la guerra, la pena. Es el diablo de rostro cambiante, como muestran las imágenes. Cuando los vecinos de Piornal arrojan nabos a Jarramplas no castigan a un conocido, a un amigo, a un familiar; se conjuran para expulsar todos los males de su pueblo a través de un ser que no es humano.

En cambio, la persona que encarna a Jarramplas es todo lo contrario. Es un héroe local, receptor de un honor para el que ha esperado años y se ha preparado física y psíquicamente durante meses. Cuando porta la temible máscara con cuernos y cola de caballo es castigado y vilipendiado hasta el extremo. Cuando se desprende de ella -en ese mismo instante- es depositario de honor y gloria. Es ovacionado, aplaudido, animado, respetado y alzado en hombros por los mismos que segundos antes destrozaban violentamente enormes nabos contra su aspecto maligno. Un respeto que emociona.

Otro episodio inmarcesible que no hay perderse, fiesta de Interés Turístico Nacional en Extremadura.


domingo, 17 de enero de 2016

La villa romana de Monroy (Extremadura)




La villa romana de Los Términos, en Monroy, fue descubierta hace cuarenta años en un paraje que por algo se llamaba Mochuelos del Tesoro. Su estado original, los fabulosos mosaicos que decoraban sus pavimentos y los primeros pasos de los arqueólogos en los años 1970 se pueden ver aquí.



El conjunto que hoy puede contemplar el viajero que se acerque hasta el lugar no son más que las trazas, con dos mil años a sus espaldas eso sí, de aquello fue. El encanto de encontrar este asentamiento a pocos kilómetros de Cáceres, rodeado de retamas y encimas es indudable.  
Aún puede distinguirse la zona residencial, una zona de servicios, con cocina y demás habitáculos, y las termas, con su vestuario, una estancia caliente (caldarium), estancia fría (frigidarium) y estancia templada  (tepidarium).




Aspecto general de la villa tal y com aparece en uno de los carteles indicadores dispuestos sobre el terreno.




Como era habitual en las villas romanas de Hispania, la vivienda principal se estructura en torno a una gran patio rodeado de columnas (peristilum) al que se abren otras dependencias y viviendas secundarias. En este caso se trata de un espacio de unos 150 metros cuadrados flanqueado por dos columnatas de dos metros de altura de las que se encontraron varias basas y fustes de mármol de una sola pieza. Muchas de estas piezas fueron expoliadas en los años siguientes a la excavación del yacimiento.

La habitación más importante y lujosa era el tablinum, un gran salón situado al lado opuesto de la entrada donde el señor de la casa solía celebrar reuniones. Esa sala estaba pavimentada con un gran mosaico decorado con motivos geométricos y presenta un remate en forma de ábside, como se aprecia en la parte derecha de la imagen superior. En sus cercanías se abría el comedor (triclinium) y otras habitaciones menores.












En una colina al norte, al otro lado de un pequeño arroyo que ahora se supera de una zancada, pero entonces estaba represado, se encuentra otra parte del asentamiento. Allí se averiguan diversas edificaciones de formas rectangulares muy alargadas probablemente destinadas a establos o cobertizos, así como diversas habitaciones de pequeño tamaño, algunas con restos de fundición, hogares y molinos, que estaban destinadas a talleres.

En este lugar se levantó la primera vivienda de la villa, de forma rectangular y con un patio central. Los accesos a las habitaciones aparecen señalados con umbrales de pizarra. El conjunto se cerraba con una puerta de dos hojas. Se conservan los bloques con orificios sobre los que giraban los batientes.
 


En la parte superior de esta colina se ubicaba el hórreo (horreum), un peculiar edificio aislado, de planta rectangular, dispuesto sobre ocho muros paralelos (imagen superior) que lo aislaban del suelo y facilitaban su ventilación. Su función era la de almacenar el grano y otros productos perecederos. Sobre esos muros se disponían lajas de pizarra que servían de pavimento. Cerca de estos restos de conservan otros anteriores de un asentamiento del Calcolítico, datados en el segundo milenio a.C.


Una magnífica reconstrucción infográfica del edificio se puede ver aquí.



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