Personas interesantes

viernes, 26 de abril de 2013

Muros para proteger abejas

Qué primavera tan espectacular podrían disfrutar las abejas de aquellas ancestrales colmenas de corcho que antaño se asentaban en Extremadura…
Pero cada vez son menos. Las abejas y las colmenas.
 
Corral para proteger colmenas 
A diferencia del norte peninsular, donde tenían que levantar auténticas fortalezas para proteger las colmenas de los osos, en Extremadura la amenaza principal es el ganado contra el que ya prevenía en el siglo I el romano Columela en sus Doce Libros de la Agricultura: se les deben destinar sitios donde se provean de comida, y éstos deben ser muy solitarios, y, como previene nuestro Marón, libres de ganados y en un clima templado y no expuesto a tormentas, donde no tengan entrada los vientos, porque ellos les impiden que lleven sus provisiones a la colmena; ni que las ovejas ni los petulantes machos de cabrío destruyan las flores, ni que la ternera que vaguea por la llanura sacuda el rocío que cubre las hierbas ni las pisotee cuando van naciendo”.


Para seguir el consejo del sabio latino, se levantaban en Extremadura estos Corrales o Muros (Silhas o Malhadas les dicen en Portugal; Cortines, en Asturias…). Se trata de construcciones elementales de muros altos y una pequeña entrada con un gran dintel de piedra sostenido en sendas jambas del mismo material y puerta de madera. La planta típica es, como figura en la imagen, más o menos circular, aunque la morfología es muy variada. Y para ubicarlos, basta con seguir una vez más los consejos dos veces milenarios de Lucio Junio Moderato Columela: “El domicilio de las abejas ha de colocarse enfrente del medio día de invierno, lejos del tumulto y de la compañía de los hombres y de los animales, en un sitio que no sea caliente ni frío, pues ambas cosas les son dañosas. Este sitio ha de estar en la parte más baja del valle, para que cuando las abejas salgan a buscar la comida, vuelen con más facilidad a los sitios más altos, y después de haber recogido lo que necesiten, bajen sin trabajo con su carga, siguiendo la pendiente.




Para elaborar las colmenas, lo más habitual era vaciar un tronco de alcornoque y unir la costura lateral con clavos de madera de jara llamados abullones y del mismo modo tapar la parte superior con una plancha de corcho llamada témpano o tapaera. Estas colmenas se conocen como corchos.  En Extremadura también son comunes las que aparecen en la imagen, con base cuadrada y construidas con planchas de corcho. Aunque la tipología es muy variada.

(Elaboración artesanal de una colmena en Navezuelas, Las Villuercas, Extremadura)

Elegantes e impasibles, tocadas por cubiertas de pizarras en algunos casos, las últimas de su estirpe aún permanecen en los montes como testigos agonizantes de un mundo que desaparece. Son las ilustres herederas de una tradición ancestral, un arte que se ha practicado sin variaciones considerables durante siglos y generaciones.
Corral ubicado en las cercanías de la localidad de Brozas (Cáceres)

miércoles, 17 de abril de 2013

Alcántara: "el puente"

"Que nadie construya puentes en España, sin haber pasado por Alcántara"

 





El Puente de Alcántara, en la localidad extremeña del mismo nombre, es probablemente el puente romano más notable del mundo. Fue construido por Cayo Julio Lacer en el siglo I para salvar el cauce del Tajo y unir las localidades de Norba Caesarina (Cáceres) y Conimbriga (Condeixa-a-Velha, cerca de Coimbra). Se levantó en honor del emperador Trajano, nacido en Hispania.


El nombre proviene de la época andalusí medieval: al-qantara ( القنطرة) significa "el puente". Ahí queda todo dicho.

Atacado, defendido, parcialmente destruido, reconstruido... a lo largo de los siglos. En 1475, en plena guerra entre Castilla y Portugal, se planeó su destrucciónm para evitar que el rey portugués Afonso V lo cruzara, éste en un noble gesto hizo saber al comandante castellano enemigo, el duque de Villahermosa, que daría un rodeo pues "no quería el reino de Castilla con aquel edificio menos".

lunes, 8 de abril de 2013

El Palancar

El diminuto monasterio de El Palancar fue fundado en 1557 por san Pedro de Alcántara en las cercanías de la localidad cacereña de Pedroso de Acim en la falda de la sierra de Cañaveral y a poca distancia del pueblo abandonado de El Arco (ver entrada anterior).

Aunque fue ampliado posteriormente, se conserva bastante bien el minúsculo convento original (¿el más pequeño del mundo?) al que pertenecen las imágenes siguientes. No figura entre ellas, porque es lo más típico, la famosa celda de san Pedro de Alcántara, un austero agujero en el que reposaba el famoso eremita patrón de Extremadura donde, según santa Teresa de Jesús: "fueron cuarenta años los que me dijo había dormido solo hora y media entre noche y día, y que éste era el mayor trabajo de penitencia que había tenido en los principios de vencer el sueño; y para esto estaba siempre o de rodillas o en pie. Lo que dormía era sentado y la cabeza arrimada a un maderillo que tenía hincado en la pared. Echado, aunque quisiera, no podía, porque su celda –como se sabe– no era más larga de cuatro pies y medio. (cita)


Sorprendentemente, en 72 m2 se incluyen todas las dependencias fundamentales de un monasterio: capilla,  celdas para los frailes, cocina, almacén, refectorio...

Ver para creer...








Panorama de cinco imágenes del minúsculo claustro del monasterio. El más pequeño del mundo.

El Palancar, un curioso lugar por conocer en un entorno para perderse.

miércoles, 3 de abril de 2013

Corpulenta y añosa encina


 
Yo quisiera que la musa de la gente campesina
no durmiese en las entrañas de la vieja hueca encina
donde, herida por los tiempos, hosca y brava se encerró.
Yo quisiera que las puntas de sus alas vigorosas
nuevamente restallaran en las frentes tenebrosas
de esta raza cuya sangre la codicia envenenó
.


 Yo quisiera que encubriesen las zamarras de pellejo
pechos fuertes con ingenuos corazones de oro viejo
penetrados de la calma de la vida montaraz.
Yo quisiera que en el culto de los montes abrevados,
sacerdotes de los montes, ostentaran sus cayados
como símbolos de un culto, como cetros de la paz.
  
Yo quisiera que vagase por los rústicos asilos,
no la casta fabulosa de fantásticos Batilos
que jamás en las majadas de mis montes habitó,
sino aquella casta de hombres vigorosos y severos,
más leales que mastines, más sencillos que corderos,
más esquivos que lobatos, ¡más poetas, ¡ay!, que yo!

Los pastores de mi abuelo. José Maria Gabriel y Galán (1870-1905)





Al compás de las auras,
lenta se inclina
altiva, corpulenta
y añosa encina

La fuente vaquera. José Maria Gabriel y Galán (1870-1905)
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