Personas interesantes

sábado, 29 de noviembre de 2014

...como Ginger y Fred


El tiempo transcurre de forma distinta entre los restos del antiguo castro vetón que hoy denominamos con el sugestivo topónimo de Villasviejas del Tamuja (Cáceres). Ginger y Fred llevan varias vidas danzando juntos entre las ruinas que esconde la tierra en un lugar que ya era antiguo cuando los romanos explotaban las vetas de plata que afloraban por allí.


Ginger y Fred no habían nacido entonces, claro. Pero se lo han contado. Ventajas de criarse entre abuelos longevos y preclaros que les narraron historias de luchas, metales e inmensos verracos de piedra.
Ginger y Fred nacieron juntos y crecieron juntos. Crecen juntos. Viven juntos. Todo lo comparten, alegrías y penas; calores, lluvias y vientos. Y un eterno baile.


Ginger y Fred no podían imaginarse, cuando eran dos frágiles retoños apenas brotados de sus bellotas, que compartirían tanta vida. Se salvaron juntos de ser devorados por el ganado o por los roedores, eludieron inundaciones y sequías. No se separaron cuando sus endebles troncos se plegaban ante las embestidas de los meteoros, ni cuando crecieron hasta convertirse en los sólidos soportes vitales que ahora contempla el fotógrafo.


Ginger y Fred conservan esas sinuosas curvas que tanta envidian suscitan entre los de su especie. Porque son jóvenes y felices. Si la enfermedad, los rayos, los incendios y, sobre todo, tanto desaprensivo suelto, no lo impide, tienen siglos por delante para compartir su vida y su danza. Juntos.

Los pocos viajeros que se asoman a este lugar intentando comprender quiénes somos viendo cómo éramos, apenas les prestan atención. Pero no les importa. Ellos danzan, ajenos al mundo, protegiéndose mutuamente de las inclemencias y  pendientes de no perder el ritmo que acompasan con las estaciones.

Se yerguen como un símbolo junto a las ruinas milenarias que dejaron los vetones para enseñarnos que hay cosas que son bellas porque terminan y otras lo son porque duran más que la vida.


 


domingo, 16 de noviembre de 2014

Un paseo por la historia y la fauna del entorno de Cáceres


En el entorno de la monumental ciudad de Cáceres se localiza un nutrido número de torres, castillos, palacios y casas fuertes que levantaron los nobles antaño con el fin de defender primero y explotar después sus cotos y dehesas. El devenir de los siglos ha afectado de manera muy diferente a estos inmuebles. Mientras que algunos aún gozan de su pleno apogeo otros están a punto de desaparecer en la más completa ruina. Los hay que siguen manteniendo su función primitiva o que se han transformado hasta convertirse en auténticos cortijos. Actualmente, suponen uno de los muchos atractivos de Extremadura que reflejan la perfecta comunión del patrimonio histórico con la naturaleza.



Da inicio este somero –y necesariamente incompleto– paseo por uno de los edificios más visibles y elegantes del conjunto (imágenes superior e inferior):



La Quinta de la Enjarada desafía el paso del tiempo a las afueras de la ciudad en la cima de una pequeña colina que actualmente domina el cruce de la Autovía de la Plata con la carretera que une Cáceres y Badajoz. Se trata de un hermoso edificio de aires italianizantes que en su momento de máximo esplendor perteneció a los Carvajal. Según cuenta el historiador local Francisco Acedo en uno de sus Paseos por la eternidad, su aspecto actual se debe a las obras que realizara en la primera mitad del siglo XVI Francisco de Carvajal, arcediano de la catedral de Plasencia; un prohombre de su época que levantó un buen número de ermitas, palacios y puentes o sufragó el sublime retablo policromado de Alonso de Berruguete que engalana la iglesia de Santiago en Cáceres. La casa es una construcción a dos alturas con una doble logia porticada a la italiana similar a la fachada del palacio de Piedrasalbas que se yergue en la Plaza Mayor de Trujillo. En la planta inferior se observan arcos escarzanos y robustos contrafuertes mientras que en la superior son arcos de medio punto sostenidos en columnas toscanas. Por todo el conjunto se aprecian escudos esgrafiados de los Carvajal.


En los alrededores de la casa principal, se observan restos de las torres de la antigua construcción, una capilla palatina de planta cuadrangular (imagen superior) y diversas construcciones, en precario estado, dedicadas a actividades agropecuarias. A modo de curiosidad, cabe citar los espectaculares frescos que decoran las paredes de las caballerizas, un corpus pictórico que podría dejar atónito al visitante más desprevenido pues no son más que los restos del rodaje de «1492: La conquista del paraíso» (Ridley Scott, 1992) que la pátina del tiempo parece haber dotado de una espuria autenticidad. Al margen de la ficción cinematográfica, el episodio histórico más notable vivido en La Enjarada acontece en 1583 cuando el todopoderoso rey Felipe II se aloja en la casa al regreso de su viaje de toma de posesión de la corona de Portugal.

El monumento, y unas ocho hectáreas a su alrededor, conforma una peculiar Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA) declarada para la conservación de las 20–25 parejas de cernícalo primilla (Falco naumanni) que se reproducen en los numerosos huecos que tapizan sus muros y encuentran su alimento en los pastizales del entorno inmediato.




Apenas a tres kilómetros al sur se encuentran los restos de la pequeña fortaleza de La Carretona (imagen superior). Se trata de un peculiar conjunto formado por una torre cuadrada –hoy desmochada, mal tejada y abandonada– que se levanta en el interior de un pequeño patio de armas cerrado por una muralla cuadrangular rematada en tres de sus cuatro esquinas por sólidos baluartes. El castillo fue levantado en 1476 por el mariscal Alfón de Torres que contó con autorización expresa de la reina Isabel la Católica. Se construyó para la defensa de la dehesa y del ganado ovino de aquellas tierras. Además de su fábrica, diversos elementos en forma de murallas, almenas, troneras o saeteras ponen en evidencia su eminente carácter defensivo. Incluso estuvo dotado de piezas de artillería, aunque su existencia obedece realmente a una demostración de poder más simbólica que efectiva. A mediados del siglo XV Alfón de Torres era un personaje de gran influencia en la corte; en 1465 fue nombrado Mariscal de Castilla por Enrique IV que le encargó la tenencia del Alcázar de Cáceres en su nombre. También gozó de enorme prestigio en tiempos de los Reyes Católicos. En la actualidad, el monumento languidece con cochiqueras adosadas al interior de su noble muralla y asediado por tristes edificios agropecuarios. Aunque el solar se encuentra a poca distancia del casco urbano de Cáceres y a unos cientos de metros de la muy transitada Ex­-100, no es visible desde la carretera y sigue siendo poco conocido aun siendo fácilmente accesible. Aparentemente La Carretona no está situada sobre ningún altozano pero la orografía del terreno facilita que desde este punto se contemple una espectacular vista de la penillanura que forma parte de la ZEPA Llanos de Cáceres y Sierra de Fuentes. Lo que se ve desde aquí son amplias dehesas y pastizales que se desparraman hacia el Sur, hasta las faldas de la sierra de Montánchez, y hacia el Oeste, donde se levanta la sierra de San Pedro.



Los Llanos de Cáceres es un espacio protegido de unas 70.000 hectáreas que envuelve la capital cacereña por tres de sus cuatro puntos cardinales. Los Llanos albergan importantes poblaciones de aves y hábitats de importancia comunitaria como bosques de encinas y alcornoques, zonas subestépicas de gramíneas o prados mediterráneos de hierbas altas. Entre la avifauna, y al margen de las ya citadas, destacan notables poblaciones de majestuosas avutardas (Otis tarda) (imagen superior) que comparten hábitat con sisones (T. tetrax), alcaravanes (B. oedicnemus), gangas (P. alchata) y ortegas (P. orientalis); así como nutridos bandos de grullas (G. grus), coloridas carracas (C. garrulus) y un buen número de rapaces como milanos (M. migrans; M. milvus), cernícalo vulgar (F. tinnunculus), aguilucho cenizo, (C. pygargus), alimoche (N. percnopterus), elanio azul (E. caeruleus) o buitres leonados (G. fulvus) que suelen formar llamativas concentraciones en torno al cadáver de algún animal o a una corriente térmica que los eleve sin esfuerzo (imagen inferior).




Desde este promontorio se observan también otras casonas de interés. Al Sur, la casa fuerte de Martina Gómez domina un vasto terreno destinado al pasto de ganado ovino y bovino (imagen superior). Aún recibe el nombre de Martina Gómez Espadero, noble cacereña a quien perteneció en el siglo XIV. El conjunto, muy transformado a lo largo de los siglos para fines agropecuarios, conserva interesantes elementos entre los que destacan un par de baluartes de la antigua muralla –uno de ellos convertido en horno de pan– y un notable conjunto de los más nobles blasones cacerenses que fueron emparentando con la propiedad. Unas pocas parejas de cernícalos primilla frecuentan los cazaderos próximos desde los desvencijados tejados centenarios. A pocos metros, se encuentran otros edificios de interés entre los que destaca Las Seguras, muy conocido por su aspecto de castillo de cuentos junto a la carretera de Badajoz, imagen que le dio el conde de Canilleros hace un siglo. En sus jardines, por cierto, hubo avutardas en cautividad. Pero esa es otra historia…


En dirección sureste, se vislumbran desafiantes los populares castillos de las Arguijuelas, ya en la carretera de Mérida. Muy cerca se levanta otro punto de interés, por ser menos conocido y servir de soporte a una llamativa colonia de cigüeñas blancas. El castillo de Mayoralgo, o de Garabato (imagen derecha), es una de las numerosas fortalezas que jalonan la Vía de la Plata al sur de la ciudad de Cáceres. Se erigió a principios del siglo XIV para defender las propiedades que los nobles obtuvieron tras la conquista de estas tierras. Un par de siglos más tarde, apaciguada la sociedad castellana, el castillo pierde su razón de ser, cae en desuso y posterior ruina. Lo que hoy contemplamos al pasar por la N-630, junto a la calzada romana y sobre un roquedo de escasa altura, es una elegante fortaleza típicamente medieval que a duras penas aguanta la acción de los elementos. Aún se conservan los aljibes, varios lienzos del doble sistema de murallas y la torre del homenaje, orgullosamente almenada. La otrora imponente fortaleza de los Mayoralgo es en la actualidad un Monumento en estado de completo abandono que amenaza ruina inminente. Sus agrietados muros de mampostería reforzada con sillares de granito­ están tomados por la vegetación y coronados por inmensos nidos de cigüeñas que dominan desde su privilegiada atalaya, varias veces centenaria, la amplia llanura que se abre a Occidente.



Otra interesante colonia de cigüeñas es la que se encuentra sobre un grupo de eucaliptos en la dehesa de El Trasquilón a unos 6 km al sur de Cáceres. Domina la propiedad una espectacular casa palaciega rodeada de diversas construcciones de uso agropecuario (imagen superior). El señorial edificio fue levantado en la primera mitad del siglo XVIII por Pedro Roco de Godoy y María Francisca Golfín del Águila. Los blasones de ambos, ilustres apellidos cacerenses, lucen sobre el airoso balcón rectangular recercado por casetones almohadillados que se sitúa sobre la portada de la fachada principal construida en sillería. Corona el tejado una espectacular linterna hoy blanqueada. En el interior hay que citar el impresionante conjunto de miliarios en óptimo estado de conservación que hace siglos fueron recogidos en la cercana Vía de la Plata para servir como columnas de las caballerizas. Curioso y dudoso destino el de estas nobles piedras talladas por manos romanas que a sus dos mil años de edad siguen sosteniendo arcos y techos; un trabajo inimaginable para su fin primigenio pero que a la postre ha permitido su conservación. En las inmediaciones existen explotaciones mineras de las que se extrajo cuarzo y estaño hasta la década de 1970. Desde entonces, el entorno de la casa sirvió durante años como redil y corral de miles de ovejas. Afortunadamente, la propiedad ha reacondicionado el conjunto y en la actualidad se dedica a turismo rural. A poca distancia, entre canchos, barruecos de granito y restos minerales se abre una enorme charca artificial frecuentada por garzas reales (Ardea cinerea), fochas (Fulica atra), zampullines (Tachybaptus ruficollis) y somormujos (Podiceps cristatus).



En este corto paseo por los monumentales alrededores de Cáceres, no podemos dejar de nombrar una de las más llamativas concentraciones de cigüeñas de las muchas que por aquí abundan (imagen superior). A cuatro kilómetros al oeste del centro urbano, junto a la carretera de Malpartida de Cáceres, se encuentra la casa de los Arenales, un enorme cortijo que desde mediados del siglo XV perteneció a la familia Golfín como muestran los sólidos blasones esculpidos en granito y representados en los pocos frescos que se conservan de la antigua capilla. Se conoce el paraje como Arenal de García Golfín. El conjunto cuenta con un edificio señorial y varias construcciones destinadas a labores agrícolas y ganaderas que estuvieron en pleno funcionamiento hasta bien entrado el siglo XX. Aún se aprecian en el entorno estanques y zahúrdas. Las cocheras para carruajes, cuadras, tinados, picaderos, corrales o locales para esquileo se transformaron hace pocos años en salones y salas de usos múltiples cuando todo el cortijo se transformó en un flamante hotel de cinco estrellas. También entonces se retiraron los colosales nidos de cigüeñas que colapsaban los tejados. En una acertada intervención ambiental, se dispusieron junto al edificio decenas de postes de madera con plataformas que al poco tiempo fueron puntualmente coronados por parejas de cigüeñas que construyeron sus nidos en la cima. Unas 70 parejas se reproducen allí cada año a modo de modernos estilitas conformando una estampa difícil de olvidar.






Escenas deslumbrantes, a escasos minutos del pujante centro urbano de Cáceres. Así es Extremadura.

Vista nocturna del Castillo de las Arguijuelas de Abajo



Todo esto y mucho más en el V Encuentro de Blogueros de Extremadura que patrocina la Dirección General de Turismo del Gobierno de Extremadura. Nos vemos en Trujillo!





viernes, 7 de noviembre de 2014

Vía Láctea, el alimento de Hércules



El cielo sobre el río Ayuela, cerca de Cáceres, una de estas noches sin luna cuando el otoño parecía verano (Cáceres, octubre 2014)


Ajenas a la inabordable belleza que las rodea, un grupo de ovejas duerme bajo una encina hasta que el impertinente fotógrafo las deslumbra con su linterna para resaltarlas en la imagen


La espectacular Vía Láctea sobre el cielo de Extremadura, entre Mérida y Cáceres una noche de octubre de 2014.

Yo iba buscando castillos con cielos estrellados (que dejamos para otra ocasión) pero acabó cautivándome el espinazo del cielo. Ya sabéis, el que se formó cuando la diosa Hera derramó la leche que pretendía mamar un bebé llamado Hércules. Despechada por el fruto de una aventura -otra más- de su casquivano esposo, Zeus, que se las apañó -como siempre- para yacer con una hermosa mortal como Alcmena, hija del rey de Micenas. De esa unión adúltera y fugaz nació Heracles, Hércules para los latinos como nosotros. Para intentar conseguir la inmortalidad, el pequeño debía mamar del pecho de Hera, quien no estaba dispuesta a prestarse a tal cosa ante un simple bebé mortal que encima era hijo ilegítimo de su esposo. Un día, cuando Hera estaba dormida, Hermes puso al niño sobre su pecho para que tomara su leche divina pero la diosa se despertó y al descubrir al niño lo apartó tan bruscamente que la leche siguió manando de su pecho esparciéndose por el Universo...

Hércules no logró ser inmortal porque sólo era divino a medias. O sí.


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